Los dragones aparecieron bailando su danza en el cielo sin qué nadie pudiera hacer nada para detenerlos.
Todo el pueblo sintió pánico menos el relojero que sintió un tornado de emociones diferentes que le dejaron embobado mirando al cielo.
El relojero había estudiado todas las leyendas sobre los dragones y había llegado a la conclusión que los no eran maldad sino naturaleza libre.
Cuando los dragones se posaron alrededor de el dudo de sí mismo hasta que uno de los dragones más pequeños le pido una caricia.
Caricia que convirtió al relojero en amigo de los dragones y salvo a su ciudad de la opresión de las garras de la maldad.