La cuerda que ataba sus tobillos le recordaba la vida que había dejado de vivir desde su secuestro. Sentía envidia de las personas de fuera por poder vivir sus vidas libres en el mundo. Un mundo que para el había desaparecido para siempre. No sentía ganas de liberarse porque lo veía imposible. Se había resignado a ser un esclavo el resto de su no vida.